miércoles, 6 de agosto de 2014
Saladino, el gran héroe del mundo islámico
(Salah al-Din Yusuf; Takrit, actual Irak, 1138-Damasco, 1193) Sultán de Egipto (1171-1193) y de Siria (1174-1193). De origen kurdo, inició su carrera militar junto a su padre Ayyub y su tío Sirkuh, que servían a Nur al-Din, uno de los más importantes jefes militares de Siria. Participó en la expedición de Sirkuh a Egipto, y asumió el mando a la muerte de éste, en 1169.
Defensor del islam y particularmente de la ortodoxia religiosa representada por el sunismo, unificó política y religiosamente el Oriente Próximo, combatiendo y liderando la lucha contra los cristianos cruzados y acabando con doctrinas alejadas del culto oficial musulmán representado por el Califato Abasí. Es particularmente conocido por haber vencido en la batalla de Hattin a los cruzados, ocupando de nuevo Jerusalén para los musulmanes y tomando Tierra Santa. El impacto de este acontecimiento en Occidente provocó la Tercera Cruzada liderada por el famoso Ricardo I de Inglaterra que se convirtió en mítica tanto para occidentales como para musulmanes.
Su fama trascendió lo temporal y se convirtió en un símbolo de caballerosidad medieval, incluso para sus enemigos. Sigue siendo una figura muy admirada en la cultura árabe, kurda y musulmana.
Saladino
La ocupación del país del Nilo puso fin al período fatimí y sirvió para realzar el prestigio de Saladino dentro de un islam aún traumatizado por la caída de Jerusalén en poder de los cruzados en 1099. A la muerte de Nur al-Din, hasta aquel momento considerado como el gran campeón del islam, Saladino supo maniobrar con destreza para apartar a sus sucesores y afianzarse en el poder en Siria.
Conseguido esto, inició la reunificación de los diferentes estados islámicos de Oriente y organizó para ello un poderoso y disciplinado ejército cuyo núcleo fundamental eran los fiables guerreros turcos y kurdos. Una vez se sintió seguro de sus fuerzas, reavivó la guerra santa y atacó al Estado de los cruzados en Palestina en 1187. Con suma habilidad estratégica, atrajo al principal ejército cruzado, el del rey Guido de Lusignan, a los Cuernos de Hattin, donde lo cercó y aniquiló.
A partir de esta victoria, las posesiones cruzadas en Tierra Santa, con inclusión de Jerusalén, fueron cayendo una tras otra. La reacción de los cristianos no se hizo esperar y se inició la Tercera Cruzada: un poderoso ejército mandado por los reyes de Francia e Inglaterra, Felipe Augusto y Ricardo Corazón de León, desembarcó en Acre y sitió la ciudad. Los intentos de Saladino para socorrer Acre fueron infructuosos, y ésta fue tomada por los cristianos en 1191.
Saladino dedicó entonces sus energías a detener el avance de Ricardo Corazón de León en dirección a Jerusalén. La enconada resistencia de los musulmanes logró por último contener los progresos de los cruzados y se firmó una paz que dejaba el interior de Palestina, incluida Jerusalén, en manos de los musulmanes, si bien se aseguraba el derecho de paso de los peregrinos a esta ciudad.
Concluida la guerra, la figura de Saladino fue reverenciada, ya que se le consideró el salvador del islam. Los mismos cruzados no dudaron en resaltar su valentía y su honor.
Saladino murió en 1193 en Damasco y fue enterrado en un mausoleo en el exterior de la Mezquita Omeya de Damasco. El emperador alemán Guillermo II donó un sarcófago en mármol, en el que sin embargo no descansa su cuerpo. En su tumba se exhiben el original, de madera, en el que está el cuerpo, y el de mármol, vacío.
Le sucedió su hijo Al-Afdal en el trono de Siria, dando comienzo así a la dinastía ayubí.
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