En la capilla del Santísimo Cristo de la iglesia del convento de Santa Clara de Palencia se venera un Cristo yacente introducido en una urna de cristal. Se dice que navegando las naves de Alonso en la guerra contra los moros entre los años 1407 a 1410, un vigía divisó algo que emitía un resplandor extraño. Al acercarse para abordarlo comprobaron que se trataba de una urna de cristal que albergaba la imagen de un Cristo yacente.
Sorprendido Alonso por el hallazgo en semejante lugar, decidió trasladarlo a Palenzuela. Siendo transportada a lomos de un animal, escoltada por soldados y caballeros, al llegar a Reinoso de Cerrato este decidió detenerse tozudamente frente al castillo donde habían residido las monjas Clarisas. Dejado el animal a su aire se dirigió hacia el monasterio de las Clarisas, decidiendo los presentes que era por decisión divina, por lo que dejaron la imagen allí para su veneración, actualmente conocido como el Cristo de las Claras
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